viernes, 4 de marzo de 2011

La noche de la civilización

Tesis por una decadencia con sentido histórico

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La cultura occidental se ha realizado históricamente. Su espíritu colmó todas las áreas de la vida humana. Desarrolló una visión del mundo, una ciencia correspondiente, una organización económica, social y política que ha culminado en la existencia real y legal del individuo y sus prerrogativas (derechos individuales, respeto a la ley, libre mercado, democracia política, progreso técnico...). Al mismo tiempo, ha comenzado un proceso irreversible de deterioro de estos mismos logros; el individuo va perdiendo su subjetividad y entregando su alma y vitalidad a los grandes aparatos del totalitarismo democrático: la burocracia política, las grandes corporaciones internacionales del dinero, la ubicuidad del crimen organizado, y la ubicuidad aun mayor de los medios masivos de comunicación. Al grado tal de que hay zonas completas del planeta en que literalmente no queda viva un alma: sólo deambulan por calles y edificios gente chupada de su savia creativa y espiritual.

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Los grupos de individuos descontentos –por numerosos que sean- concentrados en organizaciones no gubernamentales o partidos políticos de izquierda y ecologistas, reflejan ya esa falta de subjetividad. Sus luchas, honestas y bien intencionadas en su mayoría, terminan por degradar la vida pública y privada tanto como las empresas de la destrucción. Acaban por tomar medidas espectaculares y de escándalo que sólo revelan su desesperación. Por más que la protesta cívica se ufane de creatividad, los manifestantes desnudos, los crucificados, los que untan mierda en el rostro del pequeño funcionario, la quema de efigies y banderas, los bloqueos y enfrentamientos callejeros, etc., más que una pluralidad viva, denotan una triste subordinación al gesto publicitario, la nota que da fama efímera como única manera de sentirse vivos: “Me ven, luego existo”. Las organizaciones de la llamada “sociedad civil” han dejado de ser sujetos.

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Los únicos aún dotados de esa fuerza subjetiva son los seres poéticos, verdaderos herederos de los motivos más genuinos de sobrevivencia. Los demás luchadores sucumbirán en meros empeños contestatarios y su esfuerzo será inútil históricamente. Por supuesto que, si de ganar se trata, la estirpe de los poetas está igualmente perdida: el fin de Occidente es el sello de nuestros tiempos y no es posible salvarlo. ¿Construir los embriones de un mundo nuevo? Eso no nos compete ahora. La noche de la civilización será larga, durará todavía algunos siglos. Lo que nazca ulteriormente –si es que nace- dependerá de circunstancias ajenas a nosotros e impredecibles. Sólo la praxis poética puede amacizar la subjetividad histórica del individuo. Porque la poesía verdaderamente significativa es incorruptible. Lo supieron desde siempre los románticos, los malditos y los surrealistas. Decaídas las grandes religiones y aplastados los voluntaristas proyectos de transformación socialista, la poesía es la única dimensión sagrada que le queda al ser humano, pero no para salvarse –insistimos, no hay escapatoria-, sino para dar sentido histórico a la vida contemporánea.

Fragmento de un manifiesto publicado por Alejandro Rozado un poco antes del atentado del 11 de septiembre de 2001. A partir de ahora se transformará en la columna vertebral de la dirección ideológica de este blog.

Aquí el texto completo: http://www.almargen.net/4-06-dp1.htm

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